a los participes indispensables
I
¿viste lo lindo que es decir te quiero?
y abrazar sin prejuicio la sombra del otro, de la otra
quizás conocidos de otra vida
cuando éramos colibrí y flor; y hacíamos el amor por las
tardes de verano.
o quizás conocidos de hace siglos, o hace horas o meses o
segundos
¿viste lo lindo que es sonreír sin cuidado?
sin pensar porqué ni hasta cuándo
sin razonar a la hora de caminar, y ver
los espejos que el cielo dulce nos regala vuelta a vuelta
¿viste lo lindo que es soñar con las pupilas al viento?
y atravesar los mares,
rodeado de hortalizas que aromatizan con su pura fragancia,
rodeado de caminos interminables y confusos
ingresando en ellos sólo por el simple hecho de estar
perdido,
sin rumbo – es decir,
en el sendero de la incertidumbre.
-¡divina duda compañera, también te abrazo!
¿viste lo lindas que son las pequeñas cosas?
esas que no duran más que un segundo.
acto reflejo - instintivo
de animales endebles y prefabricados.
esas pequeñas cosas
que se impregnan en la retina para reaparecer en cada una de
estas noches eternas
de ojos tiesos y piel sensible.
II
estacioné frente al bar que fuera de mi abuelo (antes de que
apareciera Doña Alzheimer)
(y luego la inoportuna Sra Parca) con sus muecas engañosas
y su encanto de mujer vulgar.
estacioné frente al bar que hoy incansablemente atiende mi
viejo:
día tras día, café tras café, vicio tras vicio.
yo, que volvía de una noche de desconsuelo,
aturdido por las electrónicas pulsaciones que aún vibraban
en mi pecho.
y entonces, posterior beso
y ofrecimiento de que baje a tomar un cortado:
-asentí sin pestañar.
-él, con mucho amor, me preparó el desayuno.
III
estúpidos y sensuales
detalles
convirtieron esta mañana
de sol
en una nostálgica novela cursi de amor
castigando fino
hilando fino en las entrañas y los recuerdos
sin tiempo.
estuve hoy/
acumulando algunas palabras/
para tratar de dormir/
un poco más tranquilo.