escribieron tantos sagaces escultores de la
sonrisa
que alguna mañana de octubre nos
encontraríamos
y fluiríamos en ríos de placer
en orgasmos ricoteros
la fragancia matutina del abrazo
iba a ser mordaz;
tu espalda congestionada por mis labios
y mis palabras aduladoras
(que detrás escondían miseria)
serían, para tú psicosis,
mortales
serían
para mi escatológica caminata
un
eufemismo
como la caparazón de una golondrina
como un lobo amedrentado por la noche
como una piedra caminando sobre el maizal
y todos los napoleónicos esfuerzos por
remediar tanto espanto
y tanto espanto desparramado sobre el universo
y tantos caminos inválidos
y tanta epopeya disuelta por el cáliz del celo
edipiano
la fui
buscando.
algunas veces despierto
algunas veces despierto
la
mayoría, corriendo.
mandé
alguna carta sinsentido
al
remitente del fin del mundo
correspondencia equivoca – esquiva –
a primera vista
a primera canción
a primer dolor
ya no existe modo alguno
de pedir perdón
por todo lo que alguna vez no fue
ya no existe mañana ni dolor compartido
ya no existe forma
ya no existe
no existe
no
vuela
vuela
vuela y huye de mí;
hace bien al escaparse
y al odiarme
por todo lo que si fue
creo
que el
amor después de este amor
ya no será capaz
de modificar tanta oscuridad
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